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"¡Esto es Kafkiano!" El sentimiento de lo kafkiano y su relación con lo siniestro. Eduardo Braier

Mayo 2020
Artículos generales

“¡ESTO ES KAFKIANO!” 

EL SENTIMIENTO DE LO KAFKIANO Y SU RELACIÓN CON LO SINIESTRO

Eduardo Braier[1]

                                                                 Al despertar Gregorio Samsa una mañana,

                                                                 tras un sueño intranquilo, encontróse en su

                                                                       cama convertido en un monstruoso insecto.

                                                                                               F. Kafka (La metamorfosis).

 I . EL ADJETIVO KAFKIANO    

Al decir de muchos críticos autorizados en la materia, Franz Kafka (Praga, 1883-Kierling, 1924) es uno de los creadores de la literatura moderna. 

 Los textos de Kafka reflejan las ansiedades del hombre del siglo XX. El reconocimiento y difusión de su obra han conducido a la adjetivación de su apellido. Sin embargo, hasta la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia Española (RAE) inclusive, el término “kafkiano” no figuraba en el mismo (sí en cambio “freudiano”, por ejemplo, para satisfacción nuestra); recién es incorporado en la 22ª edición, publicada en 2001. En ella encontramos tres acepciones de dicho término. Así leemos que “kafkiano, na” significa: 1.adj. Perteneciente o relativo a Franz Kafka o a su obra. Las novelas kafkianas. 2. adj. Característico de este escritor checo o de su obra. Visión kafkiana del mundo. 3. adj. Dicho de una situación: Absurda, angustiosa[2].

 En el presente artículo he de utilizar el adjetivo “kafkiano” en sus tres acepciones, aunque sin duda la que más nos interesa a los fines de este estudio es la tercera de ellas. Con tal sentido, “kafkiano” se emplea hoy en día en varios idiomas, incluso por gente que no ha leído nunca a Kafka, para hacer referencia a ciertas situaciones por las que puede atravesar el ser humano, las cuales se asemejan a las descriptas por el escritor en sus célebres cuentos y novelas.

“Esto es kafkiano!”, solemos exclamar en esas circunstancias.

 

II. LOS PROPÓSITOS DEL PRESENTE TRABAJO

A pesar de que lo que podemos llamar “lo kafkiano” no pertenece a una categoría psicoanalítica, me ha parecido de interés compararlo con “lo siniestro” u  “ominoso”, de acuerdo con la exposición de Freud (1919) de este último concepto.

En mis búsquedas acerca del tema he encontrado que Harold Bloom, el destacado crítico y teórico literario estadounidense, no sólo vincula “lo kafkiano” con “lo siniestro”, sino que incluso llega a decir que lo primero es una expresión más difundida de lo segundo. Dice Bloom (1994) en su polémico libro El canon occidental:

“Ciertamente, ‘kafkiano’ ha adquirido un significado siniestro para muchos de entre nosotros; quizá se ha convertido en un término universal para lo que Freud denominaba ‘lo siniestro’, algo que nos es al mismo tiempo familiar y extraño.”

Yo había llegado por mi propia cuenta, en tiempos en que ignoraba la opinión del pensador americano, a una conclusión semejante, al considerar “lo kafkiano” como una variante de “lo siniestro”. Lo que desconozco es si se ha profundizado en la comparación de ambos fenómenos desde el punto de vista de las teorías psicoanalíticas. Mi objetivo en esta ocasión es precisamente tratar de establecer algunas posibles conexiones desde nuestra disciplina, lo que conlleva efectuar una aproximación psicoanalítica a “lo kafkiano”, intento en particular del que también ignoro cuánto podrá tener o no de novedoso.

Convengamos que tanto en el caso de lo kafkiano como de lo siniestro hablamos esencialmente de afectos. En este orden de cosas, si acudimos al citado artículo de Freud, lo siniestro u ominoso se nos presenta acompañando a sustantivaciones tales como efecto, sentimiento o vivencia.

Las situaciones kafkianas se acompañan de un conjunto de emociones y sensaciones características, pasibles de ser experimentadas tanto por sus protagonistas o testigos como por quien lee a Kafka. Aquí les llamaremos efectos –afectos- kafkianos.

 

III. FREUD Y KAFKA. LO SINIESTRO Y LO KAFKIANO

Tomemos primeramente a Kafka. Éste  conocía parte de las ideas de Freud y de otros psicoanalistas. Resulta difícil saber en qué medida ellas pudieron haber influido sobre el escritor de Praga, en su visión del alma humana y en su obra literaria, pero dados su inmenso talento como su aguda capacidad de observación quizá la deuda con Freud y los suyos no fuera necesariamente importante.

En cuanto a Freud: los años ’10, decisivos en lo que a la producción kafkiana se refiere, no lo fueron menos para la suya, coincidiendo con la publicación de “Lo ominoso” y de otros trabajos (Freud, 1916; 1920) que encuentro especialmente apropiados para intentar hoy comprender psicoanalíticamente el mundo opresivo de las narraciones del praguense. Suponemos que el inventor del psicoanálisis no llegó a conocer por entonces ni a Kafka ni a su obra, dado que ésta sólo alcanzaría una mayor difusión y recién cobraría notoriedad después de la muerte de este último[3].

Habiendo explorado a fondo una serie de textos de Freud y de Kafka, me atrevería a decir (aunque no podré detenerme para procurar demostrarlo en esta oportunidad, claro está) que existen curiosas coincidencias temáticas entre la obra de Freud y ciertos escritos de Kafka de la misma época. Me refiero al período que va desde la citada década de 1910 hasta casi mediados de la del ’20. De ser factible establecer tales paralelismos, podríamos pensar que determinadas problemáticas humanas que habrían estado flotando en el ambiente, signadas por las neurosis de aquellos tiempos (incluidas las de ambos creadores), serían registradas por estos hombres, dos de las personalidades más sobresalientes que ha dado la cultura europea del siglo XX, brindando cada uno testimonio de ello desde su particular perspectiva.

Por elementales cuestiones de tiempo me veo obligado a obviar algunas puntuaciones que sería oportuno efectuar respecto del artículo freudiano Lo ominoso (Freud, 1919), pero  confío en que  ustedes lo tengan presente.

 

IV. LO KAFKIANO

¿Cuándo decimos que una situación se ha convertido en kafkiana? Cuando reúne algunas de las siguientes particularidades: es angustiosa, negativa, infausta, amenazadora, pesadillesca, al tiempo que complicada, laberíntica y farragosa; puede ser además repetida, absurda y presentarse sin salida, como si estuviera investida de un fatalismo ineluctable. Reviste, por ende, contenidos persecutorios. Los sentimientos que suelen acompañarla y que en definitiva la caracterizan son esencialmente de angustia y desasosiego, así como de perplejidad, desconcierto, agobio, indignación, exasperación, desesperación, desaliento o desesperanza, pudiendo llegar hasta la sensación de inermidad. Asimismo suele consistir en algo que por lo absurdo, ridículo,  burlesco y hasta grotesco, resulta también  tragicómico o reproduce en ocasiones una pieza de humor negro (no exenta de ironía en lo que respecta a los textos kafkianos).

Son estas algunas de las características que identifico alrededor del epíteto “kafkiano” en su versión popular. Ahora bien, hay usos más restringidos y específicos, como cuando se lo emplea para aludir 1) a la represión y la injusticia de las que son víctimas los ciudadanos bajo regímenes totalitarios o corruptos, y también  2) a los sufrimientos ocasionados por la lentitud exasperante del aparato burocrático, al tener que hacer frente a interminables trámites. En ambos casos, no hay duda que el referente fundamental en la literatura universal es la novela El proceso[4]. Veamos un ejemplo de lo primero, extraído de la realidad,  a través de las palabras de Heberto Castillo, preso político en el México de 1968, en ocasión de declarar en su defensa:

“En el proceso kafkiano que se nos sigue no debe haber pruebas, ni tampoco testigos reales, ni documentos veraces, todo se deja a la imaginación maniquea de los opresores del pueblo: ustedes. Sólo debe haber buenos y malos. Nosotros los malos, ustedes los buenos. Pienso que después de todo no me ha ido tan mal, a pesar de que soy miembro del sexo masculino ustedes pudieron haberme acusado de un descuido de aborto. Y como se manejan las cosas en esta justicia mexicana, sin duda que  el Ministerio Público lo habría probado. Y usted, sin duda, me habría condenado”. (La cursiva es mía).[5]

 

V. APROXIMACIÓN PSICOANALÍTICA A LO KAFKIANO

Sin ánimo de simplificar excesivamente la cuestión, cabe reconocer que el  sentimiento de lo kafkiano parte, como lo siniestro, en buena medida de la angustia como afecto básico, angustia al menos atribuible al protagonista de la situación kafkiana (el lector o espectador puede experimentar determinadas vivencias, en parte incómodas y displacenteras, pero no necesariamente angustia, claro está); suele consistir en una angustia de ribetes claramente persecutorios, pesadillesca (habida cuenta de la lógica onírica que rige en varias de las  grandes obras de Kafka), que puede desembocar en un final desgraciado o directamente trágico.

V. 1. LO KAFKIANO EN LAS OBRAS DE KAFKA.

 Así como Freud indagó en las obras literarias para investigar el fenómeno de lo siniestro, se impone a continuación buscar ejemplos de lo kafkiano en sus fuentes, esto es incursionando en las novelas y cuentos del escritor checo y conforme con las vivencias  que suele suscitar en el lector.

 Aquí sólo podremos hacer hincapié en pocos textos, por lo que escogeremos entre los más representativos.  Opto, pues,  por La condena, La metamorfosis y El proceso.  Una de las primeras cosas que llaman la atención es que las historias de estas tres obras concluyen con la muerte del protagonista, a veces directamente por determinación de su propio padre o aun matado por éste.  En el cuento La condena, por ejemplo, Georg Bendemann es condenado por un cruel e insensato padre a morir ahogado, condena a la que Georg se somete masoquísticamente y con absoluta pasividad; en el célebre relato La metamorfosis, a Gregorio Samsa, ya convertido en escarabajo, es su propio padre quien le da muerte, hiriéndolo de gravedad al arrojarle una manzana, a consecuencia de lo cual morirá tiempo después; Josef K. (como en los otros dos casos precedentes, otro alter ego del escritor, cuya obra en su conjunto, dicho sea de paso, es de las más autobiográficas que se conozcan), personaje principal de la más importante de las novelas de Kafka, El proceso, es acusado de haber cometido un delito incógnito y luego de atravesar una serie de situaciones paradigmáticamente kafkianas -en la que cabe incluir los tormentos que ha de padecer ante una exasperante burocracia de los poderes ligados a la justicia- es finalmente ejecutado por dos verdugos.

 Si entráramos en detalles en las historias que narran estos textos -cosa que no podremos hacer aquí- no resultaría difícil vincular estas escenas con la amenaza de castración y la representación de la castración misma, con lo que llegamos a colegir que la angustia en juego es principalmente angustia de castración, y la muerte- castración se presenta como castigo por los deseos edípicos positivos. (Tengamos en cuenta que para Freud la angustia ante la muerte en todo sujeto es reconducida a la angustia de castración).[6]

 Lo que quiero significar es que en las obras de Kafka la castración es simbolizada. Y lo es con las que para nosotros, psicoanalistas, son representaciones inequívocas de la misma. Correlativamente, a mi entender,  los conflictos psíquicos que parecen presentar sus atormentados protagonistas pertenecen a niveles neuróticos.[7]

V. 2. LO KAFKIANO EN LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA

En nuestra práctica psicoanalítica nos encontramos con situaciones capaces de despertarnos afectos contratransferenciales del tipo de lo kafkiano y lo siniestro.

Una familia. La metamorfosis: Una entrevista efectuada a un grupo familiar me hizo rememorar en mi consulta La metamorfosis. Coincidiendo con la composición de la familia descripta por Kafka en el cuento,  se trataba de lo que suele denominarse una “familia tipo”: matrimonio con dos hijos, una joven y un muchacho. En la entrevista se planteó el problema suscitado por este último, que presentaba un retraso mental, atribuido a un probable sufrimiento fetal intrauterino, además de crisis epilépticas, comportamientos antisociales y un aspecto físico muy chocante y desagradable, debido a ciertos defectos que no viene al caso describir. No pude menos que recordar el texto kafkiano.  Es que acudieron a la consulta cuando tanto los padres como la hija no soportaban más la existencia de ese miembro de la familia, cual si se tratara de un verdadero monstruo del que, más allá del razonable pedido de auxilio terapéutico para él y todos ellos, habrían querido, como sucedía con la familia de La Metamorfosis, deshacerse...

El hijo parecía además ser el depositario de otros aspectos de la problemática familiar.

En tono de broma, la madre (era ostensible su distanciamiento afectivo del hijo), al culminar aquella entrevista, me soltó al despedirse, aludiendo a su vástago: “Doctor, ¿y si se lo dejamos aquí, con usted...?”.

Patética reproducción de la pesadilla de Gregorio Samsa...

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Situaciones angustiantes de corte kafkiano para quienes las padecen cobran importancia en la psicopatología, obedeciendo esencialmente a conflictos intrapsíquicos y presentándose con asiduidad en un mismo sujeto como consecuencia de una compulsión repetitiva situada más allá del principio del placer.

El efecto-afecto de lo kafkiano/ siniestro alcanza particular relieve en cuadros en los que el determinismo inconsciente de los acontecimientos resulta decisivo, como en el caso de “los que fracasan al triunfar” (Freud, 1916), en las llamadas neurosis de destino (Freud, 1920) o en la neurosis de fracaso.[8] Los conflictos psíquicos inconcientes se conjugan entonces con la realidad material para dar lugar al desencadenamiento de situaciones decididamente kafkianas.

La repetición -no deliberada y en virtud de un conflicto inconciente- de conductas neuróticas y traumas tempranos es la que suele provocar el pensamiento de que hay una fuerza que empuja a un destino demoníaco e inevitable y que no hay salida posible, al tiempo que reactiva las angustias de desamparo y aniquilamiento. Siguiendo, pues, una vez más la ideación freudiana, podríamos decir que el efecto siniestro está servido en estos casos, ¡con cuánta más razón tratándose de la repetición de sucesos desdichados, efecto que, además, encuentro tan a menudo superpuesto con el que aquí llamamos kafkiano...! Es entonces cuando este último se ha instalado en la repetición, urdiendo la trama de una neurosis de destino con resonancias kafkianas o determinando que el sujeto, fatalmente, fracase ante el éxito.

Me quedo sin poder relatarles algunas viñetas clínicas. Quizás en el coloquio...

 

VI. LO KAFKIANO COMO VARIANTE DE LO SINIESTRO

Hemos de reconocer en principio que ni uno ni otro efecto poseen límites nítidos y mucho menos entre sí. Incluyen ampliamente diversas sensaciones y sentimientos que hacen que sus contornos se tornen borrosos. A Freud le costó bastante trabajo precisar el campo de lo siniestro y en todo caso lo hizo, a mi entender, de manera tentativa. A la hora de proponernos nosotros algo similar con lo kafkiano ya hemos comprobado cuántos y cuán variados componentes vivenciales admite, hasta parecer inasible. De modo que, ante estas condiciones nuestro estudio se  nos presenta algo difícil.

Pese a todo –y esta es la hipótesis principal de mi presentación-, ello no nos impide concebir la presencia de un núcleo de siniestro en la base de lo kafkiano. A su vez, ambos efectos remitirían a un núcleo de angustia.

Hemos acudido a tres de las obras principales de la escritura kafkiana para corroborar que lo central en los puntos de contacto de ambos conjuntos de afectos, lo kafkiano y lo siniestro,  estaría en la angustia que, al menos en los textos kafkianos,  consistiría esencialmente en angustia de castración. En estos relatos de Kafka comprobamos que al final del camino acecha siempre la castración, representada por la muerte como el máximo castigo. Lo kafkiano podría entenderse entonces como una variante vivencial de lo siniestro, en tanto desemboca finalmente, al igual que este último, en la angustia  de castración. Pero no sólo es por este componente que lo pienso así, sino también por la concurrencia de otros factores, como enseguida veremos.

A favor de este razonamiento encontramos que hay un pasaje central en La condena, en el que el relato sufre un giro fundamental, un momento que marca claramente un antes y un después del mismo: es cuando, bruscamente, el padre de Georg Bendemann se incorpora en su lecho y se yergue amenazante sobre su sorprendido hijo, espetándole toda suerte de acusaciones en torno a su anunciada boda y sus éxitos en la empresa familiar, hasta culminar amenazándolo y condenándolo a morir ahogado. Entre otras cosas, le dice:

“Cuélgate del brazo de tu novia, y atrévete a presentarte ante mí. ¡Te la arrancaré de al lado, no te imaginas cómo!”.

 Poco más adelante, el padre agrega:

  “Es cierto que eras un niño inocente, pero mucho más cierto es que también fuiste un ser diabólico. Y por lo tanto, escúchame: ahora te condeno a morir ahogado”.

 Por qué menciono esta escena? Porque siendo su descripción prototípicamente kafkiana, en esa singular combinación de lo real con lo onírico y pesadillesco, es  a la vez característicamente siniestra en el sentido freudiano del término. De hecho, como venimos destacando, ese mismo borramiento de los límites entre realidad y fantasía ya fue señalado por Freud en 1919 como capaz de producir efectos ominosos, los que pueden irrumpir de pronto en el lector cuando el enclenque padre se le antoja a Georg un gigante temible; y en concomitancia con la amenazante figura de un doble que se ha vuelto antagónico, “ominoso anunciador de la muerte”, al tiempo que representante de la instancia superyoica. Con la irrupción de la figura del siniestro padre castrador, que impide la relación con la mujer amada y condena a la muerte,  retorna lo reprimido (o desmentido): lo que debiera permanecer oculto, inconsciente, esto es, la amenaza de castración, aflora en la conciencia, sea desde el mundo real de Georg o desde el onírico (dentro de lo que podría llegar a ser una pesadilla de éste), mientras que la conducta paterna, desde uno u otro de los mundos –qué más da- delata también, de un modo asaz violento al progenitor envidioso y filicida que condenará a su propio hijo a morir, cuando tales afectos e impulsos habitualmente han de permanecer más encubiertos. “Lo ominoso del vivenciar se produce cuando unos complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión”, señaló Freud (1919)[9], puntualizando además que lo ominoso “[…] parte de complejos infantiles reprimidos, del complejo de castración, de la fantasía de seno materno, etc.” Lo familiar deja de serlo para volverse entonces extraño, produciendo un impacto esta vez mucho más desgarrador y dramático que la “inquietante extrañeza” -que gustan de mencionar los franceses a propósito de lo ominoso- y lindando con lo terrorífico; un efecto siniestro.

 He aquí lo que a mi entender se presenta como una superposición kafkiano-siniestra, en la que ambos fenómenos remiten en esencia a un mismo núcleo o situación básica.

 Los matices diferenciales entre ambos efectos parecerían ser más de forma que de fondo. Ensayando una analogía cinematográfica y atendiendo a las reacciones emocionales que suelen despertar en los espectadores, me atrevería a decir que mientras lo siniestro podría estar representado por una película de terror (abundando en lo fantástico y sobrenatural), lo kafkiano se correspondería mejor con una comedia dramática que admita ciertos trazos de humor –más bien humor negro, que además se nutra del ridículo y del absurdo-, aunque con un final fatídico que empalme con lo ominoso. Aquí recuerdo la filmografía de D. Lynch (baste con citar Cabeza borradora, por ejemplo).

 

VII. ALGUNAS CONCLUSIONES PROVISIONALES

Lo kafkiano podría entenderse como una variante de lo siniestro, en tanto, además de las semejanzas en lo que respecta a la variedad de afectos en juego y, por sobre todo, ambos fenómenos remitirían a un mismo afecto básico, la angustia, y ya en el terreno de ésta, especial, aunque no exclusivamente, a la angustia de castración. Serían, pues, expresiones fenoménicas vivenciales de lo angustioso o angustiante, núcleo del  que también nos habla Freud en su texto de 1919.

Una síntesis sería como sigue: lo kafkiano, que encierra el ® núcleo de lo siniestro, que a su vez remite al ® núcleo de lo angustioso o angustiante (angustia de castración; angustias de desamparo y aniquilamiento).

Y en el trasfondo, lo ineluctable de la muerte?

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bloom, H. (1994), El canon occidental. Barcelona: Anagrama, 1995.

Freud, S.  (1916), Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo

                            Psicoanalítico. En S. Freud, O. C., Bs. As.: A. E., XIV.

_____,___ (1919), Lo ominoso. En S. Freud, O. C., Bs. As.: A. E., XVII.

_____,___ (1920), Más allá del principio de placer. En S. Freud, O. C., Bs. As.: A. E.,

                               XVIII.

Hoffmann, E.T.A. (1815), El hombre de la arena, Bs. As.: en S. Freud: Lo Siniestro/ E.T.A. Hoffmann: El hombre de la arena, Edic. Noé, 1976.

Kafka, F. (1913), La condena. Bs. As.: Emecé Editores, 1967.

_____,___(1915), La metamorfosis. Bs. As.: Losada, 1962.

_____,___(1926), El proceso. Bs. As.: Editorial Losada, 1961.

______,__(1926 a), El castillo. Barcelona: Franz Kafka. Obras Completas I, Galaxia Gutenberg, 1999.

Laforgue, R. (1939), Psychopathologie de l’échec. Ginebra: Mont-Blanc, 1963.

Monsiváis, C. (2006), “Lo kafkiano y lo poskafkiano”. México D. F.: Diario El Universal, 27- 08-’06.

Rank, O. (1914), El doble. Bs. As.: JVE Psiqué, 1996.

 

[1] Dirección: Salvador Espriu, 69/71 6º 2ª. 08005 Barcelona. T. E. 93 2213094.// eabraier@telefonica.net

[2] La palabra “kafkiano” figura asimismo en el Diccionario Esencial de la Lengua Española (DELE, derivado en parte del Diccionario de la RAE. Espasa Calpe/ Planeta), de reciente aparición, que si bien suprime los derivados mecánicos de nombres propios, mantiene  los que poseen valores agregados connotativos, tales como "kafkiano" o "freudiano".
[3] Desde luego, en los años ’20 sobrevendrán textos fundamentales de Freud, de especial interés en lo que atañe a la continuidad de una cierta línea de pensamiento que nos proporcionará elementos de inapreciable utilidad para comprender probables significados latentes de los textos kafkianos, sobre todo a partir del giro teórico por el que incluirá la pulsión de muerte, al que pronto sumaría el modelo de la segunda tópica.

[4] Para lo segundo la célebre novela El castillo (Kafka, 1926 a) constituye también un muy especial testimonio literario en torno a la acción de la maquinaria burocrática.

[5] Citado por el escritor Carlos Monsiváis (2006).

[6] Son de  destacar las conexiones entre los desenlaces de estas obras con el final de El hombre de la arena (Hoffmann, 1815), el cuento que escogió Freud para mostrar los efectos siniestros. Dicho cuento culmina con la muerte de Nathaniel, sometido al diabólico influjo de Coppelius, el Hombre de la Arena, quien lo empuja al suicidio. Nathaniel se arrojará desde lo alto de una torre y se destrozará la cabeza. En la opinión de Freud, el Hombre de la Arena representa al padre temido, “de quien se espera la castración”. (Es oportuno reiterar que antes Nathaniel había temido que el Hombre de la Arena le despojara de los ojos o le arrancara un brazo, claras representaciones de la castración).

[7] Es lo que yo encuentro mayormente en Kafka, la exposición de la problemática neurótica, con el edipo y la castración. Esto no quiere decir que no se puedan detectar aspectos vinculados a niveles narcisistas primitivos.

[8] Como en el caso de “los que fracasan ante el éxito”, la neurosis de fracaso (Laforgue,1939) se halla en estrecha relación con la incidencia del superyó y la necesidad de autocastigo; en la misma, y a la manera de un síntoma, nos encontramos  con un fracaso en un aspecto puntual, cuya explicación demanda análisis y que está ligado a la imposibilidad de tolerar la satisfacción de un determinado deseo.

[9] Cursivas de Freud.